Pinter renació hace 25 años
Carlos Rodríguez tomó las riendas de la empresa al borde de la quiebra, con el reto de volver a situarla en el mercado.

M. Sardà – Barberá del Vallés
«Llegué a Derivados de la Pintura en 1993, una empresa que había nacido en 1978 y que entonces tenía nueve trabajadores, sólo una nave de 980 metros cuadrados y había perdido el último cliente que le quedaba. La crisis le había hecho mucho daño y estaba a punto de bajar la persiana «, explica Carlos Rodríguez, propietario y gerente de la actual Pinter. Por aquellos años, Rodríguez estaba trabajando como directivo a Pintados Metálicos, una empresa situada en Sant Adrià de Besòs. «La crisis también nos golpeó y propuse al propietario que nos bajara el sueldo a todos los directivos. Sólo me bajaron a mí. Pero no me enfadé. Entonces me ofrecieron entrar como accionista a Derivados Metálicos. «
Aceptó el reto de sacar la empresa del precipicio, acordando con el entonces propietario la aportación de 5 millones de pesetas entre los tres socios del momento: el antiguo propietario, un trabajador de la empresa y él mismo. Rodríguez aportó 3 millones por el 60% de la propiedad, pero los otros dos socios, con un 20% cada uno, no pusieron nunca su parte.
Lejos de hundirse o de entrar en batalla, se puso manos a la obra. «Había que hacer un lavado de imagen a la empresa. Voy bautizarla como Pintados y Derivados Pinter, pedí créditos y pólizas a los bancos y hice más de 100.000 kilómetros por toda Cataluña buscando clientes. «Cuatro años más tarde compró el 20% de la empresa a uno de los socios y en 2007 se quedó con el otro 20%, cuando el antiguo propietario se jubiló.
Líder en referencias.
Pinter, especializada en pintura en polvo y líquida, ha conseguido ser líder en referencias a Cataluña, pintando más de 17 millones de piezas anuales, pasando de una nave inicial a tener cuatro -una de ellas operativa las 24 horas del día-, con un total de 8.000 metros cuadrados y maquinaria robotizada. La empresa da trabajo a un total de 76 trabajadores directos e indirectos.
Con capacidad para absorber pedidos de todo tipo, aceptan «cualquier producto o pieza que deba pintar, sea de madera, metal, plástico, vidrio o cerámica, entre otros materiales», puntualiza Rodríguez. Pinter trabaja para múltiples sectores, desde la hostelería, el ferroviario, la automoción, el eléctrico, el viario, el hospitalario o de la construcción hasta la jardinería, la oficina, la línea blanca o la línea marrón , entre otros.
En la empresa llegan pedidos de grandes, medianos y pequeños clientes, muchos de ellos exportadores y proveedores de grandes marcas, a la vez que trabaja directamente para tres empresas ubicadas en el sur de Francia. «Nunca decimos no a un encargo, por pequeño que sea», afirma Rodríguez, que explica que le llega trabajo de empresas suministradoras de componentes para automóviles de marcas como Seat, Renault y Nissan, y para grandes empresas ferroviarias como Alstom.
Recuerda que también han pintado pequeñas piezas de cosmética, tales como tapones, pintalabios y puedes, «e incluso bolígrafos y mecheros, y el pedido que nos llegó de una comunidad de vecinos, que nos llevó una cerradura de puerta para pintar «.
Pinter tiene redactado un código ético de buenas prácticas que afecta empresa, trabajadores, proveedores y clientes. Durante la crisis mantuvo los sueldos a la plantilla y no despidió a nadie. La clave del éxito ha sido trabajar desde el primer día con entusiasmo, «creer en las personas y el cuidado de la empresa, porque si tienes una gallina que te da huevos de oro, la tienes que cuidar».
PINTER
facturación
6 M €
trabajadores
76
Año de fundación
1993
A sus 67 años, en lo que menos piensa Carlos Rodríguez es en jubilarse. «Soy como los artistas, que quieren morir en el escenario.» Asegura que ha tenido una vida muy sacrificada para sacar adelante la empresa. Casado y con una hija que no se dedica al negocio, y preocupado por su continuidad, en 2007 decidió compartir la propiedad con lo que entonces ya era el director y un sobrino, a quien cedió un 15% de las acciones de la empresa a cada uno.
Un empresario que aplica los valores aprendidos
Carlos Rodríguez es un hombre hecho a sí mismo. Sencillo, nada amante de los lujos, lleva bien adentro los valores que adquirió en los Maristas de Salamanca, donde estudió y estuvo interno después de perder la madre, cuando tenía 12 años. Trabajador incansable, siempre se ha marcado objetivos a su alcance. Tiene presentes los consejos que le dio la madre: «Haz el bien y no mires a quien», «Por el mundo vayas que te encuentres» y «Mejor que te tengan envidia que lástima». Cruz en las personas y está satisfecho del buen ambiente que se respira en la empresa. La puerta de su despacho siempre está abierta para los trabajadores.